2.-Este hijo no ha venido a cumplir mi proyecto, ni los proyectos de mi árbol genealógico, sino el suyo propio.
3.-No lo bautizo con ningún nombre ya presente en el árbol, ni con nombres que le impriman un destino.
4.-Se lo doy todo, lo crío con afecto, sin dejar de ser yo misma, sin adicción al sacrificio, sino con responsabilidad y desde la libertad.
6.-Acepto que deje de llamarme “mamá” cuando él lo decida, para pasar a llamarme por mi propio nombre, porque así rompe lazos de dependencia y la relación entre ambos se equilibra.
7.-Le permito y facilito que tenga un espacio privado e íntimo en la casa que sienta como su propio territorio.
8.- En cuanto a la elección de sus amistades, de su carrera, de sus actividades de ocio, etc., le escucho, le doy mi parecer, pero no selecciono nada por él, ni le prohíbo ni lo obligo.
9.- Dejo que mi hijo cometa errores, que se caiga, que no sea perfecto. Comprendo que cada fracaso es un cambio de camino y con ellos se crece cada día; si lo protejo demasiado lo bonsaitizo, nunca será adulto.
10.-Jamás definiré a mi hijo (“es tranquilo”, “eres nervioso”, “es tímido”…), porque entiendo que los niños se forman su autoconcepto a partir de lo que sus padres dicen de él. Le transmito que dentro de él están todas las posibilidades del ser, lo es todo en potencia.
Extraido del precioso blog: El sendero de mis días
¡Me encanta! Es tan simple, y a la vez, tan difícil. Está claro que la maternidad es un descubrimiento, de nuestros hijos y de nosotras mismas.
ResponderEliminarUn abrazo,
Ana
Que bella pagina!!!, gracias aprendere mucho de ti junto con otras mamas!!!. Gracias!!!
ResponderEliminarEres muy bienvenida... gracias por quedarte
EliminarY las que no somos ni seremos madres?? somos menos mujeres??
ResponderEliminar¿Tu que crees anónimo?
ResponderEliminar¿Te sientes menos mujer?
Creo que sabes la respuesta :))
Bienvenida, gracias por pasar por aquí