martes, 29 de noviembre de 2011

El gran olvidado, el bebé

Escuchar a ese señor decir que le parece decimonónica, que aún arrastramos de la religión esa unión mística con nuestro bebé, me ha cabreado. Y tampoco entiendo porque es tan fácil pedir guarderías y apoyos para las mamás que quieren ir a trabajar desde el primer momento y por el contrario molesta o no se escucha la petición de bajas largas y remuneradas de las mamás que queremos elegir quedarnos a cuidar a nuestros hijos. A ver, si creemos que la igualdad nos debería dar libertad de elección y esta ministra puede elegir ir a trabajar desde ya, a mi que me faciliten la mia y yo pueda quedarme en mis "asuntos domésticos" con mi economía cubierta. Si a mis hermanas no les cuesta nada, económicamente hablando, parir en los hospitales, yo quiero que mis partos en casa, que ya van tres, también estén cubiertos por la seguridad social. Vamos digo yo. De un tiempo a esta parte no siento que todas tengamos los mismos derechos, de un tiempo a esta parte la igualdad y la conciliación me parecen un chiste de muy mal gusto y que se utilizan demagógicamente con demasiada ligereza.
Y volviendo a lo escuchado,  ha dicho "asuntos domésticos" con un ritintin...Mientras creamos que contener, criar, amamantar, besar... a nuestro bebé, recién salido de nuestras entrañas o no, es un asunto doméstico mal andamos.
Perdone señor, que a mi el techo de cristal me lo procuraba esta falsa conciliación, no mi bebé. Me quedo en casa a ser el cuerpo-cobijo de mi hijo, un cuerpo que necesita porque, aunque a mi no me hace falta que me lo digan los científicos estudiosos del tema, también lo dicen: ... "el cuerpo de la madre, si de la madre, ni siquiera el del padre, es el habitat del recién nacido". Es que es un compromiso evolutivo que tenemos las mujeres con nuestra especie ¿sabe?.  Se podía usted y otros más que se me ocurren, ojear de vez en cuando el documental del Dr. Nill Bergman "Restaurar el paradigma original", sólo para que sepan de que hablamos cuando nos negamos a separarnos de nuestros hijos recién nacidos.
Y mire, quizás sean igual de sagrados esos asuntillos domésticos que gobernar un pais. 
Manda narices. 

2011-11-29 DEBATE BAJA MATERNAL by RadioVoz

lunes, 21 de noviembre de 2011

En Baza, clases de relajación

Todos los jueves en el gimnasio de la Carretera de Ronda, en Baza , te ofrezco clases de relajación tanto si estás embarazada como si estás preparandote para concebir a tu bebé.
Si hay un momento en la vida en el que estar relajada es importante y primordial ese es el momento de concebir y gestar a un hijo.
En estas clases podrás aprender técnicas de relajación para poder usarlas en cualquier momento de tu vida, podrás entrar en estados de profunda serenidad y aprenderás a conectar íntimamente con tu bebé.
Si estás buscando a tu bebé o ya lo cobijas en tu vientre, te espero.

domingo, 20 de noviembre de 2011

"Yo también soy madre" por Eva Hache

Mira que es bueno tener sentido del humor... Que disfruteis la entrevista.
Eva Hache
Foto: Eva Hache
Y no me refiero a mí, que también, sino a una normal. Normal: «lo que representa a la media». Una señora con un par de hijos (aunque la media española sería uno y medio, cosa que no es del agrado ni del mismísimo Salomón), con un marido que trabaja cerca de 10 horas, con una baja maternal de 16 semanas, con un sueldo normal. La madre normal nos comenta cómo vive las tendencias.

¿Qué es lo más difícil de seguir el dictado de las tendencias?

«Tendencia» me suena a tender. Vamos, que en mi vida he tendido más que ahora, que algunos días son dos lavadoras.

¿El mejor consejo para ir a la última?

A mí lo que me funciona de verdad, cuando mi marido vuelve derrotado, es encasquetarle a los niños. Y ahí es cuando yo voy a la última. A la última tienda que cierra porque lo más probable es que se me haya olvidado comprar algo.

De las tendencias de este otoño, ¿cuáles son las más versátiles para compaginar con éxito trabajo y maternidad?

He visto que se lleva mucho la servidumbre: limpiadores, tatas, cocineros, jardineros… A mí, personalmente, no me haría falta tanto. Con un limpiador, suficiente para mis 65 metros cuadrados. Una sola tata para dos rorros. Cocinero, uno también me pone. Y, como jardín no me cabe en las macetas, jardinero no me mande.

Un elemento que se haya convertido en un buen comodín con estilo…

Escotes que permitan sacarse una teta rauda y veloz, que me río yo de los estríperes, mire: ¡Ja, ja y ja! ¡Lentos!

Cada vez vemos a más celebrities con tacones de 12 centímetros y bebés en los brazos. ¿Usted combina las dos cosas?

Espere un momento, que me mondo. Cuando leo «Victoria Beckham, supermamá, con tacón de más de 12 centímetros, un zapato vertiginoso…», pienso que si a mí me llevaran en una limusina de compras por Manhattan, los 12 centímetros de Louboutin se iban a quedar muy cortos. Yo sería capaz de calzarme unas plataformas de medio metro de las de la drag queen del Carnaval de Las Palmas. Ahora, empujando carrito y con bebé a cuestas, lo único vertiginoso en mi existencia es mi cara cuando llega el extracto de la tarjeta o cuando el mayor corre cerca de un columpio.

¿Algún otro complemento incompatible?

Faldas cortas o estrechas, a no ser que quieras inaugurar tu propia exposición de toto. Fulares y collares largos, a no ser que quieras morir degollada o por asfixia a lo Isadora Duncan.

¿Cómo se organiza con el trabajo?

Dice Sarah Jessica Parker: «Como un barco esquivando icebergs». Yo me veo más «como un barco chocando con icebergs, un picahielo en una mano a ritmo de martillo neumático y una orquesta que no para de tocar, así yo tenga la cabeza como un bombo».

¿Algún look que no le guste en niños?

Principalmente, los de etiqueta «lavado a mano». El que se inventó lo de «el frotar se va a acabar», que se pase por mi casa cuando quiera que le vamos a dar un premio.

Si tuviese que elegir madres con estilo…

Elegiría a una de esas madres suecas que están monísimas con cualquier cosita que se ponen. Esas que han parido sin que les metan prisa ni cortes. Esas que tienen una baja maternal de año y medio, cobrando el 80% de su sueldo y la seguridad de que su puesto de trabajo no se ha ido lejos cuando vuelvan. De las que no pagan transporte público hasta que sus hijos no tengan dos años. De las que no pagan colegio. De las que tienen paciencia para criar a sus hijos con besos y sin gritos.

Y ahora me hace el favor de salir de mi casa, que es ya casi la hora de la cena y el pañal del pequeño debe pesar unos 12 kilos. Gracias.

http://smoda.elpais.com/articulos/eva-hache-yo-tambien-soy-madre/408

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La entiendo y lo comparto... pero que difícil es ESTAR A TODAS HORAS

Carencia de maternaje y organización de dinámicas violentas

Personalmente creo que todas las formas de violencia, pasivas o activas, concretas o sutiles, se generan a partir de la falta de maternaje, es decir, a partir de la falta en la calidad de atención, calidez, amor, brazos, altruismo, generosidad, paciencia, comprensión, leche, cuerpo, mirada y sostén....recibidos –o no- desde el nacimiento y durante toda la infancia.

Desde el punto de vista del bebé, toda experiencia sin suficiente apoyo y sostén, es violenta. Porque actúa en detrimento de las necesidades básicas.

Sencillamente, un bebé pequeñito llega al mundo sin ninguna autonomía. Recién adquiere la capacidad de desplazarse por sus propios medios alrededor de los nueves meses, gracias al gateo. Y necesita alrededor de dos años para tener conciencia de su ser separado. Y luego precisará varios años para que pueda salir solo a la selva urbana. Necesita del adulto para sobrevivir. Por supuesto que requiere que se le procure alimento, higiene, calma y silencio para dormir. También sabemos que el niño necesita contención, calor, cercanía de otro cuerpo, leche, mirada, palabras y sobre todo alguien que haga de mediador entre él y el mundo externo. Si no recibe una calidad de atención acorde con sus necesidades básicas, esa falta la vive como violenta. Es la violencia del desamparo.

La realidad es que la mayoría de los bebés llegan al mundo sin una mamá o persona maternante capaces de sostener y fundirse en la inmensa necesidad de ser sostenidos y acariciados en forma permanente. En la actualidad, los bebes no reciben incondicionalmente lo que piden, porque siempre hay un adulto cerca para no estar de acuerdo y para tener una opinión al respecto.

Generalmente se trata de las mismas madres amorosas que entramos en contradicción con nuestros propios pensamientos. El asunto es que no es un período para pensar. Es un período para entrar en fusión emocional. No hay que buscar razones, ni elegir concienzudamente la mejor opción. No hay reglas a seguir ni consejos aplicables. En estos casos los niños quedan prisioneros de lógicas incomprensibles, alejados de los brazos de sus madres y solos.

Los bebés unánimemente explican una y otra vez a través de sus interminables y prístinos llantos, dónde está su lugar. El bebé que no está en contacto con el cuerpo de su madre, experimenta un inhóspito universo vacío que lo va alejando de su anhelo de bienestar que traía consigo desde el período en que vivía dentro del vientre amoroso de su madre. El bebé recién nacido no está preparado para un salto a la nada: a una cuna sin movimiento, sin olor, sin sonido, sin sensación de vida. Esta violenta separación de la díada causa más sufrimientos de lo que podemos imaginar y establece un sin sentido en el vínculo madre-niño. Cuando las expectativas naturales que traía el pequeño son traicionadas, aparece el desencanto, junto al miedo de ser nuevamente herido. Y después de muchas experiencias similares, brota algo tan doloroso para el alma como es el enojo, el miedo y la resignación.

Cuando ese ser tan pequeñito no se siente valioso ni bienvenido, se convertirá necesariamente en un ser humano sin confianza, sin espontaneidad y sin arraigo emocional. Todos los bebés son valiosos, pero sólo pueden saberlo por el modo en que son tratados. En los países “desarrollados”, las madres compramos libros con indicaciones sobre cómo atender a nuestros hijos, sobre cómo dejarlos llorar hasta que se duerman y cómo abandonarlos en el vacío emocional sin siquiera tocarlos. Las madres jóvenes desconfiamos de nuestra capacidad innata de criar a nuestros hijos, y desoímos los “motivos” que tienen los bebés para transmitir señales que son inconfundiblemente claras.

La noche en particular puede ser terrorífica para los niños al no percibir ningún movimiento. El “tiempo” aparece como un hecho doloroso y desgarrador si la madre no acude, a diferencia de las vivencias dentro del útero donde toda necesidad era satisfecha instantáneamente. Ahora la espera, duele. De hecho, los niños lloran hasta dormirse. Al despertar, finalmente encuentran confort en brazos de sus madres. Pero ya no confían, están atentos y se aferran con vigor a los pechos calientes. Los muerden, los lastiman. Tienen miedo. Y así, una y otra vez hasta que abandonan. El miedo los acompañará siempre, incluso en esos momentos en que están reconfortados. Porque saben que el silencio volverá en cualquier momento a devorarlos. Nunca más dejarán de estar alertas. No cuentan con nadie y el mundo es hostil.

Cuando nuestros hijos lloran o reclaman “más de lo normal”, creemos que se han constituido en enemigos que las madres debemos vencer. La idea básica alrededor de esta moda estima que satisfacer las necesidades de un bebé o niño pequeño los convierte en “malcriados”, aunque paradójicamente, obtenemos una y otra vez el resultado opuesto al esperado. De hecho, los bebés siguen siendo “demandantes”, se enferman, se accidentan y nos traen muchos dolores de cabeza.

En la medida que van creciendo, la psique se organiza adquiriendo ciertos mecanismos de supervivencia, para sufrir lo menos posible. Algunos de esos mecanismos son visibles, como los niños que pegna o muerden para sentirse valiosos; otros son invisibles, como los niños que suelen ser víctimas de otros niños, o los que se deprimen o pasan desapercibidos, o bien los que se enferman con demasiada frecuencia, logrando de ese modo obtener la mirada y la atención que siempre necesitaron.

En la medida que no estemos dispuestos a atender y satisfacer las necesidades naturales y legítimas de los niños pequeños, estamos induciendo a perpetuar las dinámicas violentas. Porque un niño no satisfecho, es un niño que insistirá por diferentes medios conquistar lo que necesitó genuinamente. Así crecerá, se convertirá en adolescente, en joven y en adulto: como un ser necesitado. Entonces golpeará a otros, robará, manipulará situaciones, se convertirá en víctima de otros, luchará por obtener lo que creerá imprescindible para su supervivencia emocional. Aunque habrá olvidado lo que siempre quiso pero no podrá conseguir, por más fuerte y poderoso que devenga: no podrá obtener más mamá.

Todas las formas de violencia que tanto nos preocupan, tienen un común denominador: la necesidad primaria no satisfecha. Cuando algo vital para la supervivencia emocional, no lo podemos incorporar, nos desesperamos. Y la desesperación por vivir, nos obliga a buscar modos de apropiarnos de lo que sea. Puede ser el deseo del otro, el cuerpo del otro, el prestigio del otro, o lo que sea que la conciencia perciba como alimento espiritual.

Por eso, si reconocemos nuestras propias limitaciones afectivas, nuestras incapacidades para reconocer el deseo del niño que es diferente al nuestro (y justamente por eso no lo toleramos); veremos que la dedicación, el altruismo y el tiempo de dedicación exclusiva hacia los niños pequeños, constituye la verdadera prevención contra todo tipo de violencias.

Los niños sostenidos, acariciados y respetados están en paz consigo mismos. No necesitan luchar por un territorio emocional, porque les sobra. No hay guerra interna o externa para librar. No les incumben las peleas. Los niños amparados y fusionados saben que obtendrán lo que necesitan. Esa es la experiencia cotidiana que repiten a cada instante y que conforman una rutina sin sobresaltos. Así se establece la seguridad interior y posiblemente ya no se mueva nunca más de las entrañas de esos seres. Sentirse seguros, amados, tenidos en cuenta, estables y con total confianza en ellos mismos y en los demás...será obviamente el tesoro más preciado para el despliegue de sus vidas.


Laura Gutman