Neith es mi cuarta hija, fruto del amor, la pasión y, por qué no, la alteración de conciencia que viví con Xian hace ahora un año.
Mis otros tres hijos, Alvaro, Lucía y Yeray de 8, 6 y 2 años y medio, respectivamente, nacieron en mi primer matrimonio.
Los mayores nacieron en el hospital de partos vaginales. El de Alvaro el más medicalizado y en el que más se intervino, además de todo el protocolo de rutina, se hicieron las maniobras de Kristeller y se usó la ventosa. Fue el más largo y doloroso tanto para él como par mi. El de Lucía, aunque menos instrumentalizado, también medicalizado (oxitocina, profilaxis, monitoreo,...) Yeray ya tuvo un parto natural en casa, fue bonito y respetado. Fue una fiesta rodeada de amigas y algún que otro rey mago. Lo que me llevo de él fue la conexión-fusión que mantuvimos tras su nacimiento. La hembra con su cría... olores a útero, a leche, lametones, fluidos, piel, desnudez, cueva, intimidad...todo un estado de éxtasis y enajenación que duró unos veinte días ¡maravilloso!
Bajo la impresionante salida de la luna llena de julio de 2007, sobre la colina, Xian me miró a los ojos y me dijo: “estás embarazada”. Lo supo cuando aún no había tenido ninguna falta. Algo en mí le debió creer o lo supo porque me enfadé enormemente por todo lo que ello significaba. Que aunque lo queríamos también acojonaba. Seguro que muchas mamás saben de esta contradicción. Esa noche desnudé mi tripa bajo ese cielo iluminado para que Neith se llevara su primer baño de luna llena.
El embarazo de Neith no fue de los más tranquilos. Físicamente fue como los demás, los vómitos del principio y el ahogo y dolor de espalda del final. Pero emocionalmente fue bastante duro por las circunstancias personales y familiares que me rodeaban.
Cumplía el 14 de marzo de 2008, o esa es la fecha que me dieron en las continuas revisiones, que una no sabe muy bien para que sirve si no es para ponerse de los nervios e impaciente por cada día que “te pasas” de la fecha. Sin contar que siempre se tiene una exraña sensación de que éste se adelantará a la fecha aunque ningún hijo se haya adelantado, (bueno Yeray si se adelantó pero por circunstancias que no narraré aquí).
Quiero recordar aquí que varios años antes, ya había tenido la visión de que tendría esta niña. Fue en un estado acrecentado de conciencia, donde éxtasis y visión se dieron juntas.
Neith nació a la 41 semanas y un día, el 22 de marzo, sábado santo, luna llena, a las 3’35 h de la madrugada. Así que es una guerrera Aries con ascendente Capricornio y luna en Libra.
La historia de su nacimiento comenzó, pues, el viernes 21. Seis y media de la mañana y un líquido bastante abundante me moja, chorreando braguitas, pijama y sábanas. ¡Ha roto la bolsa! Me digo y le digo a Xian. Contenta, emocionada por una mezcla de sensaciones, nos abrazamos y lloro ¡por fin una señal de que todo se desencadenará muy pronto!. Y así, a oscuras, permanecemos cogidos de la mano, a oscuras en la cama mientras se sucedía el amanecer del día 22, sin dolor pero con la expectativa de que ver a nuestra hija está muy cerca.
Al ratito se me ocurre mirar el líquido no vaya a ser oscuro. Efectivamente, no es oscuro pero es sangre. No es líquido de la bolsa, ni el tapón mucoso, demasiada sangre. Me extraña bastante, nunca antes me había pasado y aunque no me preocupo demasiado, sí me invade algún pensamiento de que quizás terminemos ingresadas en el hospital. Xian llama a Blanca, la matrona que atenderá el parto en casa, y le cuenta. Ella nos tranquiliza y nos dice que probablemente sea el trabajo del útero y que se pasará a vernos.
La mañana transcurre sin dolores, con alguna contracción pero nada dolorosas ni diferentes a las que llevo teniendo desde hace ya un par de meses.
Blanca nos propone que pasemos un día tranquilo así que pedimos a Nica que se lleve a los niños. ¡Vivió la experiencia de tener cuatro hijos!
El día transcurre en paz, a menudo Xian y yo nos miramos cómplices de lo que está por pasar, suena música tranquila y vamos ultimando los detalles, terminando el nido. Las frases de poder están en el rincón donde pretendemos tener a nuestra hija. El altar está preparado e invocamos a Tueris, la diosa egipcia protectora de los partos. Hay meditaciones por los pasillos de la casa para que todo el que llegue nos pueda acompañar con su energía. La música que me acompañará en el trance está preparada, también la primera música que escuchará Neith fuera de mi vientre: The Fosse de , las velas, el incienso, la piscina de agua tibia...
No hay dolores, sí contracciones aunque no son rítmicas. Nos hacemos una siesta tranquila, abrazados. Yo pienso en los niños, mucho tiempo fuera y esto no se desencadena, los echo de menos. Visualizo lo que quiero que me pase igual que lo hice a lo largo de los nueve meses. Salimos a pasear y hacemos alguna meditación, también como en otras ocasiones, del bonito libro “Kundalini Yoga en el embarazo”. Había estado leyendo mucho sobre el parto e historias preciosas sobre nacimiento salvaje y natural. Yo quería algo así para mi hija y para mi.
Y al caer la tarde/noche, Mónica trae a los niños, me alegro mucho de tenerlos en casa, ellos lo han pasado muy bien y se ve que Neith está esperando a nacer cuando estuviesen sus hermanos aquí. “Así que, hija, le digo, ya estamos todos, cuando quieras”.
Un ratito después, sobre las diez de la noche, llegó mi hermana con un amigo suyo. Aunque no lo tenían muy claro les pedí que se quedaran a dormir, si todo se desencadenaba esa noche me harían falta con los niños. Así que preparamos la torre para ellos y acostamos a los peques. Nica también decidió quedarse.
Llamamos a Blanca para contarle que las contracciones eran muchas, semi dolorosas, nada que no pudiera aguantar con sonrisas incluidas y nada rítmicas. Ella llegó sobre las 11’15 de la noche. Los niños ya dormidos. Mi hermana y su amigo en la torre y nosotros, Mónica, Blanca, Xian y yo en el salón, a media luz, esperando.
Recuerdo que Blanca leía un libro para ella sobre parto, en inglés, estaba embarazada. Y nica nos propuso leernos trozos de un libro de Lao Tse. Recuerdo el texto espeso, árido, no entendía nada y en ese ambiente solemne me moría interiormente de la risa ¡qué estamos haciendo! Les propuse sacar unas cartas del tarot para ver lo que le iba a acontecer a cada uno de nosotros esa noche. Me sentía divertida, tenía ganas de reír y, según Blanca, así el parto podía ir para largo. Así que dijo que se iba. Dio a Xian algunas recomendaciones y se fue. Eran las 12’15.
Xian envió a Nica a descansar, a la que también habíamos preparado una cama y a mi me envió al salón, a oscuras, bueno, a la luz de una vela. Refunfuñé un poco, ¿Por qué no podía parir entre risas? Me dejó sola porque el pequeño de mis hijos había empezado a llorar y se fue a tranquilizarlo. Recuerdo que antes de que bajara yo ya estaba a cuatro patas entre cojines ¡no me lo podía creer! En cinco minutos de recogimiento, cueva y soledad, las contracciones se volvieron potentes, muy potentes e intensas. Ya no había marcha atrás, sentí que el viaje había comenzado.
Mi cuerpo se balanceaba en las contracciones, empecé a gemir, ¡era duro! Mi hija también las sentía y se movía fieramente con cada una de ellas. Este baile era para las dos.
Xian volvió a llamar a Blanca sobre la 1’15, cuando ya no le quedó duda de que aquello ya iba en serio. De esa llamada yo ya no me di cuenta, ni de cuando vino, ni de cuando entró Mónica con la intención de grabar el viaje, cosa que no pudo darse debido a la poca luz.
Estaba ida pero me daba cuenta de que mis gritos estaban contenidos ¿porqué los retienes? –me dije-. Sabía , no de saber, sino de sentir, que mi garganta tenía conexión directa con mi cuello uterino y con mi vagina. Me di cuenta de que tenía miedo a la intensidad que me esperaba. ¡Que nada te turbe! –me dije. ¡grrriiiitttaaaaaaaa! Y así lo hice. Las siguientes contracciones fueron enormes, al igual que el grito animal que salía directamente desde el vientre, desde las entrañas, abriéndome en canal.
Empecé a llorar, era un llanto catártico, vi a mi madre pariéndome a mi y a mis hermanos... me empaticé con ella, le di las gracias por su esfuerzo, por su entrega, por regalarme la vida. Viajé por mis tres partos anteriores y lloraba como una niña pequeña, y pedía perdón. Perdón a Álvaro por no haberle sabido parir, por no haber exigido estar con él tras su nacimiento, por haberlo dejado solo, y porque a pesar de que han pasado 8 años y medio, aún se siente solo. Y sentí con aquellas contracciones que también era su parto y que ahora sí sabía hacerlo. Gritaba y lloraba enormemente todo mi sentimiento de culpa y pedí perdón a Lucía por no haberla mimado todo lo que merecía, por haberla metido en una guardería con cuatro meses hasta hoy que tiene seis años y medio, por haberla relegado siempre a un segundo plano para que su hermano no tuviera celos, por esa dermatitis expresión de la falta de abrazos, caricias y contención. Pedí perdón a Yeray por desaprovechar esa conexión que tuvimos tras su nacimiento y dedicarme al mundo en lugar de seguir oliéndole, cogiéndole, lamiéndole... dando lugar a que él decidiera no mamarme. Le pedí perdón por separarlo tan pronto de su padre. Lloraba y les pedía perdón a los tres mientras sentía que los paría a los cuatro.
Allí, en aquel momento, sanaba tres partos y sus vínculos y se producía el cuarto milagro con tanta intensidad que comencé a pedir a mi hija que me dejara descansar entre contracción y contracción. Pero Neith no me daba tregua y de pronto, en una contracción sentí que estaba a las puertas, nunca lo había sentido tan claro. Otras veces me lo habían dicho ¡venga, que ya está ahí!, pero en esta ocasión estaba sola y sola lo sentí. ¡por Dios, -me dije- que aún tengo las bragas puestas! Y grité que me las quitaran que ya estaba ahí. Ni un tacto, ni un escuchar el latido, ni una palabra... Mi matrona, Blanca, confió tanto como yo en que aquello era un milagro y que se daba solo.
Me quitaron las bragas, supongo que entre ella y Xian, y antes de la siguiente contracción Blanca abrió su boca para decirme si quería pasar a la piscina. ¿La piscina? ¡Entonces aún me queda –pensé yo- pero la siento ahí!
Fui a ponerme de pie y llegó LA CONTRACCIÓN y con ella la niña. Un pie en el suelo, otro en el sofá cama, los brazos al cuello de Xian , (siempre colocado donde yo lo necesitaba, sin palabras, sin miradas, la verdad, no sé como lo hizo) y un enorme grito de ¡AHÍ ESTÁ!. Neith salió de golpe junto con su bolsa amniótica que se rompió entre mis muslos produciendo un placer exquisito el baño de aguas limpias y calientes chorreando entre mis piernas. A la pequeña la salvó del suelo Blanca, que sabía lo que iba a ocurrir. Por ello estuvo las dos horas que duró el parto arrodillada a mis pies, haciéndome sentir grande y poderosa. Cogí a mi niñita de sus manos y me ayudaron a sentarme. Tal fuerza había cogido mis piernas que no conseguía doblarlas para sentarme ¡era increíble! Mi bebé, mi bebé, mi niñita, caliente, mojada, entre mis brazos, su cordón entre mis piernas... y enseguida vi, cual cachorro hambriento, como se agarraba a mi pecho derecho. ¡Cómo chupaba! Le di las gracias por no haberme hecho caso cada vez que le pedía una tregua, le di las gracias por empujar con tanta fuerza como lo hacía mi útero.
El milagro estaba allí, con 4 kilos 300 gramos, devorándome.
Cuando terminé de alumbrar una placenta enorme, que casi me pareció otro parto, y me cosieron un pequeño desgarro, bajaron mis otros pequeños a conocer a su hermana y a ver a su mamá con caritas de entender lo que estaba pasando y de querer quedarse a dormir con nosotras. Era una fiesta, era sagrado.
Me recosté con mi bebé que no se soltó de mi pecho en 24 horas. Embriagada por su olor a cachorro recién nacido, embriagada por su olor a mi misma, a mis entrañas, a mi útero, a mi sangre... nos quedamos dormidas.
Cierta parte del viaje concluía pero empezaba otro mucho más largo ¡ojalá sepa apreciar lo que vale a cada instante!
Agradezco a Xian su amor, su entrega, que estuviera tan pendiente de que las condiciones fueran optimas para que se diera el parto/nacimiento que se dio. Y le agradezco ahora que Neith tiene 10 meses que me haya ayudado tanto con la lactancia. Aunque a veces haya sido muy duro tanto para él como para mi, ahora Neith sigue tomando leche materna de manera exclusiva. Era una asignatura pendiente que ahora siento superada, de lo que me siento orgullosa y lo que le debo a él, por sus cuidados, su sostén, su insistencia, y por que no, su testarudez.
GRACIAS AL MILAGRO DE LA VIDA QUE UNA VEZ MÁS SE SUCEDIÓ EN MI
Mª José Mochón
Nota: Si quieres que cuelgue tu historia de parto no dudes en enviarmela a dara_munay@hotmail.com
Ole Dara!!!!! me has hecho llorar, gracias por compartir este momento tan sagrado, a ver si las demás se animan a contarlo también, un abrazo fuerte
ResponderEliminarYul
Precioso cariño...Precioso...
ResponderEliminarPaula
Muchas gracias por compartir tu experiencia. me llena de esperanza y fuerza. era justo lo que necesitaba. un abrazo y mucha luz a ti y tu familia
ResponderEliminarQue conmovedor, mil felicitaciones, nunca es tarde para nada...
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