lunes, 20 de septiembre de 2010

Lo que se oculta tras la cuestión del velo islámico

Es que no tengo palabras para describir lo que afina Casilda Rodrigañez en sus escritos. Esta mujer tiene un don y es extremadamente generosa poniendolo todo a nuestra disposición http://www.casildarodrigañez.org/

El caso es que el que tenga oidos para oir que oiga, en este caso que lea.

Sólo pongo algunos trozos, así que os motiva lo suficiente en su página lo podeis leer enterito.

"¿Por qué el velo de la madre Teresa de Calcuta, por poner un ejemplo, no se considera un atentado a la dignidad de la mujer y en cambio el de la mujer islámica si? ¿Cual es la diferencia? ¿Qué es lo que explica la actual persecución del velo islámico?
En mi modesta opinión es que detrás de la prohibición del velo islámico se cuece y se oculta una política de choque de civilizaciones, adobada de islamofobia. La importancia y el alcance político de lo que se cuece y se oculta detrás de la polémica sobre el velo islámico es lo que se cuece y se oculta en el cuerpo de la mujer que se tapa con el velo islámico: su sexualidad prohibida.

Decía Cervantes, en la famosa arengadel Quijote a los cabreros, que las mujeres de la edea de oro (es decir, antes del patriarcado y de la sociedad esclavista) andaban 'en trenza y cabello', es decir, destocadas y sin riesgo de que lujuria alguna pudiera ofenderlas. Hace poco leí también un artículo sobre los Mosuo, el pueblo matrifocal del sur de China, uno de los pocos que perviven en el que las relaciones de parentesco no se basan en el marimonio y gozan de libertad sexual, en el que la articulista destacaba la ausencia de agresiones y de violencia sexual que dicha libertad producía. Esto mismo decía también Cervantes, sobre la mujer en la Edad de Oro, pues en la sociedad anterior al tabú del sexo, en ausencia de represión de las pulsiones sexuales, la sexualidad de la mujer era igualmente libre y podía manifestarse libremente sin temos a agrsión o abuso; y yo añado, siguiendo a Reich, a Bornemn y a tant@s otr@s , que no solamente podía sino que la libertad sexual femenina era un elemento imprescindible de la armonía entre los sexos.

El régimen de represión sexual vino acompañado de las túnicas y de los velos para ocultar el cuerpo y su capacidad de seducción [...]. Estamos hablando de las tiempos en los que xistía todavía esa otra sexualidad femenina que ahora ha desaparecido debido, según palabras del propio Freud, a haber sido objeto de una represión particularmente inexorable, y que por ello ahora es dificil de devolver a la vida. [...]

Sin embargo, esa sexualidad que ha sufrido una represión particularmente inexorable no ha desaparecido del todo. Mientras que la cultura occidental-anglosajona iba poniendo a punto un modelo de mujer masculinixada, con unas enormes dosis de violencia interiorizada para inhibir toda su sexualidad no falocéntrica, en las cárceles del patriarcado islámico se ha mantenido esa sexualidad en cautividad. Como el insecto fósil que se ha conservado en el interior de un trozo de ámbar, la otra sexualidad femenina ha seguido produciéndose enclaustrada en los espacios femeninos que la cultura islámica ha mantenido, unos espacios de concentración femenina, en las aldeas y en los barrios de las ciudades. El peligro es que con la globalización y los movimientos migratorias y turísticos, la mujer occidental puede entrar en contacto con la mujer que se esconde tras el velo islámico, y descubrir que su cuerpo es otra cosa distinta de lo que ahora cree que es. (Descubriríamos que nuestra cultura ya no necesita de velos que nos cubran porque perdimos y requeteperdimos esa otra sexualinad que nos pertecece... de nosotras ya nada hay que temer, para que nos van a esconder, esto es mío, ehh. Pero sigo) Porque entonces, eso que parece tan difícil de volver a la vida, quizá dejaría de serlo, y nuestros cuerpos acartonados recuperarían facilmente su vitalidad.

[...]Lady Montagu en sus cartas, publicadas en 1781, aseguraba que las mujeres árabes tenían más libertad, incluida la sexual, que las europeas, y eran más abiertas y hospitalarias. Decía, entre otros comentarios significativos, que se reían del corsé con el que 'los maridos occidentales encerraban a sus esposas'. (ahora el corsé se llama sujetador, mío también). Ellas, con el cuerpo desnudo y libre bajo la túnica, no podían entender el uso de una prenda como el corsé.

[...]Cuando entramos en el hamman nos quedamos petrificadas, como si estuvieramos en otro planeta, en una historia de ciencia y ficción: una sala grande y las mujeres sentadas en el suelo, en pequeños grupos, haciendo corrillos, desnudas, echándose agua unas a otras con cubos y palanganas, cahrlando, riendo, echándose henna, comiendo naranjas, ofreciéndose gajos y flores de azahar unas a otras, de todas las edades, ancianas, menos ancianas, jóvenes, niñas, etc. [...]Nunca había visto un tipo de mujeres así, la manera de reirse, el brillo de sus ojos, la forma de hablarse unas a otras, la sensualidad, la complicidad, sobre todo la confianza, la confianza en colectivo, en grupo, como la de los cachorros de una camada de perros, arrebujadas unas con otros y que se dejan caer unas encima de otras, como la cosa más obvia y natural del mundo. Todo era sorprendente, tanto la expresión de cada mujer, como la relación entre ellas, y lo más sorprendente de todo era la existencia del colectivo humano con ese grado de confianza e intimidad que sólo se da en las relaciones cotidianas.

[...]Aunque en aquel momento no entendí lo que había visto, la conmoción se quedó grabada, y varios años después [...] la conmoción se convirtió en una convicción: había visto con mis ojos un atisbo de lo que Freud decía que era tan difícil de devolver a la vida. [...] Ahora se podía entender el porqué esas mujeres tenían que llevar velo e ir por la calle tapadas y bien tapadas: para que no se viera lo que no tenía ni siquiera que existir. Lo que no podía trascender al espacio público y debía permanecer enclaustrado.

Hay pues, una sexualidad femenina (no falocentrica, claro está) que se ha conservado en el mundo musulman [...]una sexualidad, encerrada y cercada, pero también de algún modo reconocida. Pues el espacio colectivo femenino que supone el hamman, (todas las tardes se reservaba de tres a ocho de la tarde para el baño femenino) implica un reconocimiento que nosotras las mujeres europeas no tenemos, y es difícil de imaginar que los hombres de nuestra sociedad acepten que sus mujeres se pasasen todas las tardes de su vida juntas en un baño turco como el del cuadro de Ingres. Porque no es que fuesen nada más que a lavarse. Las mujeres del Fez estaban allí solazadas, instaladas, pasando la tarde [...]

La dominación del hombre sobre la mujer extendida sobre todo el planeta a lo largo de 5000 años, ha adoptado diferentes formas y cauces, y uno de ellas es la forma que adoptó en el mundo islámico: el hombre es dueño dela mujer a la que encierra y oculta para su uso exclusivo. Pero este modelo basado en una represión externa estricta de la mujer, al menos en la apariencia actual, es en cambio más laxo en cuanto a la exigencia de autorepresión de las pulsiones sexuales; y la mujer árabe tiene menos interiorizada la represión, lo cual le permite conservar en alguna medida su sexualidad no falocéntrica, esa que en otros modelos se ha ido cercenando de un modo tan absoluto, con un medio infalible: eliminando los espacios colectivos de mujeres. [...]

Nosotras con nuestros cuerpo acartonados podemos andar tranquilas exhibiendo nuestros cuerpos en estado de acorazamiento y de retracción pulsátil en el que habitualmente sobrevivimos. Y ponernos ropas bien ajustadas, porque cuanto más apretadas menos libertad y menos posibilidad de pulsación corporal. El acorazamiento convierte la epidermis preparada para el contacto externo, en su contrario, en una armadura exterior, en un sistema de defensa, visiendo a ser como una ropa ajustada como una segundalinea de defensa. En cambio la ropa suelta (las mujeres musulmanas suelen ir desnudas debajo de las túnicas), deja el cuerpo por debajo libre. [...]

Creo que la afirmación de que la tunica y el velo menoscaban la dignidad de la mujer [...] es una verdad a medias [...] Lamujer utiliza la túnica y el velo para no exhibir públicamente su sexualidad y para preservar una intimidad que en este mundo de represión no puede ser mostrada. Y porque tapandose con túnicas y velos no tienen que tensar ni encoger el cuerpo para mostrarse con el adecuado nivel de rigidez corporal que esta sociedad requiere[...] Es mejor ponerse un velo que tensar los músculos y convertie la propia cara en una máscara. [...]

Lo que sucede es que se aprovecha el desconocimiento de la situación, y la ignorancia respecto a la sexualidad femenina, para dar una visión torticera del uso del velo; y sobre todo para que no nos percatemos de que existe esa otra sexualidad, ni nos percatemos tampoco de la represión que las mujeres occidentales tenemos interiorizada que es precisamente lo que hace innecesario el tipo de represión externa que sufre la mujer musulmana [...] Entonces ciertament, con nuestro grado de acartonamiento tenemos libertad para andar por la calle, y medio desnudas si queremos. [...]

Para encarcelae las células, las visceras, la memoria y la conciencia hace falta un proceso represivo desde la etapa primal durante toda la infancia, que es lo que hace nuestra sociedad.

En pocas palabras, se contrapones la condición de la mujer islámica como una situación de represión, a la nuestra como si la nuestra fuese una situación de libertad, cuando en realidad se trata de dos modelos de represión diferentes, uno con mayor grado de represión externa y otro con mayor grado de auto-represión. [...]

Nuestros cuerpos tienen mucha, muchísima violencia interiorizada, para tener el grado de acartonamiento que tienen. Nuestros cuerpos están hechos de la represión de nuestras pulsiones sexuales a lo largo de todo su desarrollo desde que nacemos (empezamos a vivir desposeídas del cuerpo materno, lo que implica la congelación patológica del sistema libidinal de la etapa primal). [...] Para entender la persecución actual al velo islámico se requiere la perspectiva histórica de todo lo que se ha hecho para eliminar esta sexualidad femenina, tanto física como conceptualmente[...] pasando por la actual medicalización de la maternidad y todos los tabús y prohibiciones tradicionales perpretadas para sustraer la sexualidad del proceso fisiológico materno [...]

Lo que se persigue con esta prohibición no es devolver la dignidad a la mujer, sino normalizar el modelo falocéntrico de mujer en el mundo islámico, y que las mujeres musulmanas, al quitarse el velo tengan que interiorizar la represión como hacemos las europeas.[...]

Hoy como hace 5000 años, el principal enemigo de la dominación es la sexualidad femenina de la que depende la verdadera maternidad, y por lo tanto, la vía fundamental de recuperación de la humanidad.

Ufff ahí queda eso

2 comentarios:

  1. El caso es que, si nosotras estamos reprimidas (y lo estamos, anda que no nos queda por pelear), las musulmanas lo están mucho más. Vivo en un país islámico desde hace varios años. Muchas musulmanas nos odian y nos temen a las occidentales, nos envidian porque vamos descubiertas (recuerdas el cuento de la zorra y las uvas?). Creen que así nos llevaremos a sus hombres (no me lo invento, me lo han dicho y casi me caigo de la impresión). Les parece normal que sus maridos les peguen y las encierren porque "eso es que te quieren, no? a tí tu marido no te pega? ah, pobre, entonces es que no te quiere". A veces no puedo ni respirar cuando escucho estas cosas. Y compensan la falta de libertad y la represión con arrogancia, mucha arrogancia, con la que intentan ocultar su miedo y su debilidad.

    Francamente, a veces las mujeres creemos lo que queremos creer y nos la cuelan doblada. Sabes por qué están tan versadas en sexo? Por qué están obsesionadas las musulmanas con la cirugía estética, los tratamientos de belleza, el maquillaje y todo lo que se refiere a la apariencia? Porque es lo único que tienen para atraer a sus maridos. La sexualidad no es un poder, sino un signo de sometimiento en su cultura. Hacen vida totalmente separada, hombres y mujeres. No se hablan, me refiero a hablarse de verdad, a compartir pensamientos y sentimientos. Los hombres consideran a las mujeres como objetos bellos cuyos cuerpos disfrutan, pero no aprecian sus virtudes intelectuales. Eso solo lo comparten con otros hombres.

    Lo lamento por Casilda, esta vez me ha decepcionado profundamente con una reflexión errónea. No iba desencaminada en relacionar velo y sexualidad, pero se le ha olvidado que esos trapos negros también son cárcel, represión y esclavitud. Mujeres que decían llevar una vida normal y completa con sus velos, pero a la hora de la verdad, no era cierto. He visto situaciones delirantes, que me apenan y me indignan a partes iguales. Yo he padecido el niqab, a veces tengo que llevarlo totalmente contra mi voluntad si quiero entrar en ciertos lugares. Es asfixiante. Me anula, me convierte en nada. Apenas te puedes mover, se enreda en las piernas y todos tus movimientos son lentos. No tiene nada de sensual. Da calor y agobia. Y me hace desaparecer del mundo, porque esa es su función. No tiene nada de sexual ni de misterioso, y la cruda verdad es que solo los aceptan mujeres que, o tienen la autoestima tan destrozada que prefieren ocultarse a aceptar sus defectos, o que tienen pavor de enfrentarse a la vida a cara descubierta porque las han adiestrado para ser débiles.

    Yo tampoco quiero el velo. Ni en occidente, ni en ninguna parte.

    María.

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  2. Gracias María por tu visión de la situación desde ahí, desde un pais islámico. Es muy duro lo que cuentas, mucho. Y queda mucho camino por andar, mucho que respirar, mucho que amar.
    Pero también es cierto que eso lo podemos ver, sentir,nos podemos indignar, lo podemos luchar porque es visiblemente brutal... aquí, en occidente vivimos un niqab invisible pero también muy potente y peligroso, por eso, porque es invisible y si no lo ves no lo puedes cambiar.
    Yo al menos me quedo con esa reflexión que me hace Casilda.
    Un abrazo hermana.
    Dara

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