Vuelve el rojo sagrado, dos días antes de lo previsto, quizás sean las malas noches que se acumulan.
También vuelven las discusiones, que parecen también cíclicas.
Que se siente como un esclavo me ha espetado en medio de tan acalorada discusión.
Discusiones que aparecen por las cosas más nimias... y es que el detonante no tiene nada que ver con los sapos y culabras que luego salen.
Que tengo mucho resentimiento acumulado, que le miro con odio y rencor... pues sí, es cierto, descubro en mi resentimiento acumulado y que se desata cuando oigo fresecitas como esa de sentirse un esclavo.
Mientras, mi hijo, que también es suyo, se queda dormido agarrado cual lapa a mi pecho caido, fofo y estriado en una posición que ni el mejor de los yoguis aguantaría mucho tiempo y que yo tendré que mantener al menos una hora... porque Izan no es de dormirse, soltarlo y ya está, no, no es de esos.
Y en esa hora de quietud externa y revolución emocional, mientras la lágrimas silenciosas recorren mis mejillas, él, todo hay que decirlo, ha puesto el lavavajillas, ha limpiado los baños, ha encendido la chimenea y se ha duchado. Después ha cogido la puerta, con un corto adios (que más corta ha sido la respuesta, claro) para irse a sus clases de yoga y ganar así el dinero que dignamente nos mantiene.
Mientras Izan se despertaba todo enrabietado, sin consuelo posible y mi hija me pedía la caja de los pinceles y las pinturas, la otra ayuda en su presentación de powerpoint en el ordenador, el mayor veía la tele y el otro me preguntaba si podía jugar a la nintendo... ¿jugar a la nintendo? Con ese panorama ¿qué alternativa podía ofrecerle a ese pequeño? Claro que ha jugado a la nintendo mientras voces de "tengo" hambre arribaban a mis oídos.
Pero él se siente un escalvo y yo tengo mucho resentimiento acumulado ¡juas!
Y es solo el primer día de ciclo... bendita sangre.
Luna en cuarto creciente (45% de visibilidad)
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