jueves, 10 de marzo de 2011

De médico a hombre del saco

09 MAR 2011

Me lloran los niños, me ven y lloran como locos, a veces casi histéricos. Nunca antes me había pasado. Un conato de llanto se podía solucionar con un guante de látex con los ojos pintados en plan guiñol o inflado a manera de globo o un depresor de lengua con una carita sonriente. No se me resistía un niño; pero claro, esto era en Inglaterra. Resulta que aquí van y me lloran los condenados.

A ver si resulta que los niños ingleses van a ser más simpáticos... ¡Ni hablar! He tardado casi dos años en darme cuenta, muchas guardias, muchas conversaciones con colegas de otros hospitales, una observación constante a los comentarios de pacientes en los blogs médicos, las series de médicos españolas, los chats sociales… En fin, un lento analizar del entorno médico. ¿Por qué en España los niños lloran en cuanto entra el médico?

Urgencias es sin duda un sitio terrible para un niño. Primero, la espera. Desafortunadamente, todavía es corriente que los niños compartan sala de espera con los adultos en muchos centros sanitarios. Una sala llena de gente compungida, algún borracho, pacientes con goteros o con heridas... Sería lo que antiguamente llamábamos 'dos rombos', altamente inapropiados.

En muchos hospitales esperan por separado, pero nada más; nunca parece haber presupuesto para que esa sala pierda su aspecto aséptico y resulte agradable para una mente tierna. Los que manejan los hilos no tienen ni idea de la diferencia que puede hacer para la familia y para el niño que la sala de espera tenga un dibujo y cuatro juguetes. Ese tipo de cosas no se suele reflejar en ningún marcador de calidad.

Y luego está lo del uniforme. Existe una asociación que comienza casi desde que son bebés de que algo terrible va a pasar cuando aparece alguien de blanco. Acuérdense de los experimentos del perro de Paulov, por algo será, ¿no?

Yo fui durante años la única médico de urgencias en mi departamento con bata blanca (en Inglaterra no se usan) y les aseguro que la bata blanca en sí misma no hace llorar a nadie. Tampoco verán ustedes que los niños lloren cuando ven a un grupo de policías, de peluqueras o a las cajeras del Mercadona. Los uniformes, como tales, no dan miedo; pero el uniforme blanco sí, y esto parece que se lo ha ganado a pulso la clase sanitaria de este país. Sin embargo, no parece preocuparle a nadie. Pues a mí sí, oigan. Personalmente odio ver llorar a un niño y que lloren sólo con verme o asustarles, me supera.

La guinda la ponen algunos padres que refuerzan el terror de sus hijos con comentarios majaderos como “si no te dejas mirar los oídos, esta señora te pone una inyección” o “si no te callas, te dejo aquí y me voy”. ¿Y qué me dicen del repetido “es que a mi niño no le gustan los médicos”, seguro que nunca dicen “a mi niño no les gustan los ingenieros de caminos o los directores de banco”.Somos, el nuevo coco, el nuevo hombre del saco o el Lute que “salta de los trenes para robar niños". ¡Vamos anda, no me fastidies!

Pero sí, me temo que el nivel de crueldad que seguimos teniendo hacia los niños en el ambiente hospitalario lo justifica. El manejo de los niños en los hospitales sigue centrado en facilitar el trabajo eficiente de enfermera y médico, a costa de cualquier cosa, incluidos los derechos más fundamentales de los niños; uno de ellos, sentirse protegido.

Mandar a la madre (o padre) que se salga mientras se realiza un procedimiento invasivo a un niño es cruel, trasnochado e innecesario y por supuesto no beneficia al niño, que al fin y al cabo es lo único que importa. Hay ya algunos estudios de los serios que demuestran que los padres prefieren quedarse y los niños... la duda ofende (¡a los niños, claro!). Aquello de que “es que el niño está mas tranquilo” o “es que el padre seguro se marea” y cosas por el estilo esconden muchas veces inseguridades profesionales, falta de voluntad para dar explicaciones e incluso algo de falta de humanidad pues inmovilizar a un niño entre tres para realizar un procedimiento doloroso es mas cómodo sin testigos.

Cremas anestésicas antes de poner vías, sedación o analgesia efectiva para reducir fracturas o suturar heridas brillan por su ausencia con demasiada frecuencia en nuestros centros, así que si los padres se quedan fuera, pues mejor.

El personal sanitario debería realizar su trabajo sin complejos, sin nada que ocultar y dejar que los padres realicen también el suyo. Quizás con una mejor comunicación entre padres y profesionales, los del uniforme blanco podamos finalmente dejar de ser el coco-come-niños.


www.elmundo.es/blogs

3 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo, muy buena la entrada. Un beso!

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  2. Quiero felicitarte por tu blog y por este post en concreto. Me alegro de saber que hay profesionales de la salud que realmente se preocupan por los niños.

    Tengo una niña de 2 años que siempre que hemos tenido que ir al médico ha llorado, gritado y expresado con auténtico pánico su deseo de que nos fuéramos de allí.

    Yo he sabido siempre, desde mi intuición de madre, que el nacimiento (con forceps) y el trato inhumano en el hospital nada más nacer (la llevaron a observación porque no comía, separada de mí durante horas, y otras aberraciones más del tipo de llevársela cuando yo la tenía en el pecho, pellizcarla hasta hacerla llorar para que se "espabilara", etc, etc..) se han quedado grabados en su memoria. Y tanto es así que desde el primer momento ella ya lloraba cuando íbamos al pediatra, antes incluso de entrar a la consulta. Todavía le dura el terror, y el trato frío de los pediatras que hemos tenido unido a las vacunas, no han ayudado.

    He tenido que soportar comentarios de profesionales y familiares del tipo "qué niña tan enmadrada" o "qué llorona" o "qué teatrera" continuamente. No ponerse en la piel de un niño que llora (y que lo hace por un motivo, aunque no sepamos cuál es) me parece tan cruel.

    Por desgracia en España muchos profesionales sanitarios(al menos los que yo he tratado)asustan por su falta de humanidad. Aunque he de decir que esta falta de humanidad es extensible al resto de areas de nuestra sociedad española (comercios, empresas, organismos públicos, etc...). Qué es lo que está pasando en nuestro país?

    Hace pocos meses me he mudado a Suecia. Por supuesto, este país no es tampoco perfecto en muchas cosas. Sin embargo, el trato humano es de una calidad que yo desconocía. Y el trato a los niños, el respeto, la actitud y la prioridad hacia los niños aquí no tiene comparación. Aquí también hay problemas de muchos tipos, pero yo respiro respeto, conciencia y buena intención.

    El lado positivo de todo esto es encontrar personas como tú, y como muchas otras que estoy descubriendo en la red, sensibles, inteligentes y buenas, que ya están extendiendo esa nueva conciencia que tanto necesitamos.

    Gracias por tu blog! Un abrazo!
    Almudena.

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  3. Gracias chicas por pasar por aquí, gracias Almudena por dejarnos tu sentir y te experiencia. Con ello nos ayudas a entender y a tomar conciencia.
    Es cierto que nuestro pais no parece diseñado para los niños... pero también lo es que algo está cambiando... ya somos muchas voces.
    Un abrazo

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